Extraido de: http://groups.msn.com/SantaRosadelimaOialade/general.msnw?action=get_message&mview=0&ID_Message=823

Tambores de Olodum Los martes a la noche –más que cualquier otro día–, el barrio del Pelourinho late al son de un extraño ritmo de tambores. Centenares de bahianos, brasileños en general y turistas de todo el mundo se acercan hasta la plaza Teresa Batista para asistir a la presentación de Olodum en un microestadio, cautivados por los tambores pintados a mano con los colores de Africa: rojo, dorado, verde y negro. La música es el samba-reggae, que combina el “samba do reconcavo” de Bahía con el reggae de Jamaica. El otro día de fiesta es el domingo, cuando Olodum ofrece recitales gratuitos de verano frente a la iglesia Nuestra Señora del Rosario de los Negros, en el Largo do Pelourinho.

Olodum fue fundado en 1979 por un grupo de habitantes del Pelourinho como un “bloco” de Carnaval para que los sectores más marginados de la ciudad tuvieran una participación real en esa mega-fiesta. En la actualidad, desfilan en el Carnaval unas 3000 personas del bloco de Olodum.

Uno de los objetivos de Olodum, que ha llegado a constituirse en un movimiento cultural, es denunciar la discriminación racial que sufren los negros en el mundo. Cuenta con una banda de percusión famosa por haber grabado un disco con Paul Simon y por participar de un videoclip con Michael Jackson que dirigió Spike Lee. Y también tienen una escuela de música para niños y adolescentes de baja extracción social que demuestren interés en la esencia percusiva de la música negra.

En el Pelourihno hay dos lugares principales para visitar vinculados a Olodum. Por un lado está la Casa do Olodum, donde se realiza un show semanal durante casi todo el año. Y muy cerca de allí está el Bar do Olodum, decorado con posters de Malcolm X y tambores multicolor, donde por lo general siempre hay algún miembro de la banda tomándose un descanso entre los ensayos.

La capoeira Todo viajero que llegue a Bahía tomará contacto con la capoeira, le guste o no le guste. Después del fútbol, la capoeira es el segundo deporte más popular de Brasil aunque en verdad no es un simple deporte. Es una mezcla de danza con arte marcial no exenta de cierta raíz religiosa (la música tiene un origen ritual en las culturas africanas).

Los capoeiristas suelen estar en la plaza pública, en las playas, en los lugares turísticos y en las escuelas de capoeira. Se reúnen en círculos de 10 a 15 personas dirigidas por un maestro, mientras sucesivas parejas pasan por el centro del círculo para “combatir”. Como los cuerpos jamás se tocan, la capoeira es más una danza y un juego que una forma de combate.

El ritmo de este baile que simula una pelea lo marcan el berimbau, un primitivo instrumento de cuerda con una función casi percusiva; el atabaque, un tambor apoyado en el suelo; y un pandeiro, que es una especie de tambor más pequeño. Básicamente los “combatientes” recurren a patadas que lanzan con las manos apoyadas en el suelo. En realidad, son golpes muy anunciados para que el adversario los pueda esquivar siempre, ya sea agachándose o saltando. Y entre amague y amague se suceden toda clase de saltos acrobáticos y muestras de la increíble flexibilidad de los fibrosos cuerpos de raíz africana.

El origen de la capoeira está sujeto a especulaciones y debates que ya nunca se podrán saldar. Lo cierto es que su raíz africana es indiscutible, aunque no se sabe si llegó desde el continente negro o se gestó en Brasil. Lo más probable es que haya surgido en Africa para luego desarrollarse en tierras americanas.

Según los historiadores de esta disciplina, el núcleo de su desarrollo en Brasil se gestó en un quilombo legendario llamado Palmares, donde a comienzos del siglo XVII se refugió un grupo de esclavos que habían acuchillado a sus amos. Conquistada así su libertad, estos esclavos establecieron una comunidad abierta también a indios y mestizos. La exitosa experiencia promovió la rebelión y las fugas hacia el quilombo de Palmares, cuyo crecimiento poblacional –llegó a tener 20.000 habitantes– se convirtió en una amenaza para los terratenientes azucareros. Allí se habría desarrollado la capoeira exclusivamente como una técnica de combate. Cuando en 1630 los holandeses derrotan a los portugueses en Brasil, pasaron a ocuparse de aniquilar los quilombos organizando fallidas incursiones en la montaña. Estos soldados muy bien pertrechados poco podían hacer contra los negros ocultos en la selva, quienes les tendían emboscadas cuerpo a cuerpo recurriendo a los flexibles y rápidos movimientos de capoeira que hacían estragos entre los colonialistas. Aquellos negros que los portugueses conseguían atrapar eran llevados a las plantaciones donde se dedicaban a enseñar capoeira a sus nuevos compañeros. Para disimular que estaban practicando una mortal forma de combate, teñían las prácticas de un aura lúdica y de baile que ocultaba las verdaderas intenciones de rebelión. El quilombo de Palmares fue derrotado en 1694 por las tropas de Jorge Velho luego de 65 años de existencia. Pero después de once rebeliones negras la esclavitud fue abolida en Brasil en 1888, aunque la prohibición de la capoeira duró por muchos años más. Y como en las ciudades no había trabajo para los negros libertos, muchos se organizaron en gangs delictivos expertos en capoeira que sembraban el terror. Otros combatientes comenzaron a trabajar como guardaespaldas y fuerzas de choque de grupos políticos. La prohibición de la capoeira duró hasta 1920, aunque siguió siendo un divertimento dominical para los pobres. Y para evadir la persecución policial los capoeiristas eran bautizados con dos o tres sobrenombres cada uno que complicaban el trabajo de la autoridad, una tradición que todavía se practica.

En 1932, un virtuoso capoeirista llamado Mestre Bimba abrió la primera escuela de este deporte en Salvador, que por primera vez comienza a ser reconocido por el Estado como una expresión de la cultura popular. Años más tarde el mismo maestro inauguró una segunda escuela que continúa funcionando hasta hoy en el barrio Terreiro de Jesús (calle Francisco Muñiz 1)