Por José Beniste ( tomado de Las Aguas de Ósala, editorial Bertrand, Brasil)traducido al español por Viviana Rodriguez

                           Una importante observación está relacionada con los mitos que revelan a los Orixás como ocupantes originales de esta tierra hasta su fundación, siendo los actuales ocupantes sus derivados. Eso nos hace pensar que las divinidades no son más que ancestrales divinizados, pues los mitos revelan que ellas son frecuentemente  ajustadas  a las actividades humanas aquí en la tierra. Asi, debemos encaminar nuestros estudios sobre Ósala primeramente sobre el punto de vista histórico.

Los estudios sobre el origen del pueblo Yoruba acostumbran iniciarse a partir de las ondas migratorias para la actual región de Ifé, siendo la mayor y más conocida, la llamada "Migración  Oduduwá". Era un pueblo que vino de las regiones islámicas en busca de un lugar seguro dónde pudiese practicar su religión. Ese pueblo atravesó el río Níger, penetrando en la actual Nigéria, yendo para el Sur, dónde encontró un lugar conveniente que se llamaría Ilé Ifé. En virtud de ser una corriente migratoria muy numerosa, su líder, Oduduwá, dominó a los primitivos habitantes y luego los absorvió. Transformaron la región en un centro cultural y artístico , desenvolviendo también su religión tradicional, e Ifé se tornó una ciudad sagrada, siendo gradualmente idealizada como el centro de la creación. Sin embargo, esto no fue hecho sin que hubiera una reacción de sus habitantes naturales.

En esta región existía el pueblo Igbó ( junto con los Yorubas y Ahussas, representan aún en la actualidad las tres tribus dominantes en Nigeria) que tenía como soberano a Obatalá, que vendría a ser titulado más tarde como Osalá. El comando de ese pueblo estaba entregado a Orélúéré, aliado de Obatalá, quien era el guardián de la moral y preservador de la familia tradicional. La quiebra de algún tabú exigía la confesión delante suyo quien prescribía la penitencia. Odùdúwà no reconoció su comando y constantemente entró en choque con la divinidad tutelar de la ciudad. Todo indica que la sociedad Ogbóni comenzó en esta fase, con la institución del culto a Onílè como medio de protección a las instituciones nativas, en una oposición secreta a los invasores. Odùdúwà mantuvo su iniciativa, extendiendo los dominios de la región a través de sus descendientes, fundadores de nuevos reinos. El viejo y el nuevo mundo comenzaron a tomar vida, con asimilación mutua. Cuando Odùdúwà murió, se tornó motivo de culto ancestral.

Ósala nunca fue un guerrero. El no es un luchador por naturaleza. El fue hecho para la paz, para el orden y para la vida integra. En los momentos en que fue forzado por sus enemigos  a luchar, lo hizo por necesidad. Volvió a reinar en Igbó pasando  a ser reverenciado como Osàigbó. El templo de ambos está situado en Ifé, y aún en la actualidad, cuando ocurre la entronización de un rey de la región – Óono Ifè – un ritual es establecido: él es proclamado rey en el templo de Odúdúwà, mas recibe la corona al día siguiente, en el templo de Obàtálá, para donde ésta es llevada.

 

Los estudios sobre las divinidades de color blanco se confunden por definirlas como divinidades independientes, siendo que para otros son la misma divinidad, con nombres diferentes. Osàlá es constantemente confundido con Osàlúfón en diversas citaciones. En Ilésà, Osàlúfón es originario de la ciudad de Ifón. Sería un ancestral de la madre del Owá, rey de Ilésà. Cuando vivo, fue el padre del Orixá Ogiyán. Osàlúfón cansado de vivir, se transformó en Orixá, entrando dentro de la tierra en Ifè. Los relatos míticos revelan que el pasaje de un personaje político para la categoría de Orixá, se dá en esta forma, o sea, en el momento en que el entra en la tierra. En ninguno de estos es relatada la muerte física, sea por vejez o sufrimiento. Sería una forma de encantamiento, transformándose en una divinidad tutelar de un determinado fenómeno natural.

 Sobre Osàgiyán, un relato revela que cuando Orànmíyàn fundó la ciudad de Oyó, muchos miembros de su familia lo siguieron, entre ellos Akinjole, hijo de Ogiriniyán, que a su vez era el hijo mas joven de Odùduwá. Akinjole fundó la ciudad de Ejìgbò, y era quien cuidaba del Orixá de su padre. Era habitualmente llamado Ogiyán o Eléjìgbò, título del soberano de esta ciudad. Ogiyán fue ayudado por Awoléjé, su compañero y amigo, quien le había indicado la fórmula para transformar el lugar en una gran ciudad. En seguida se retiró. La ciudad creció transformándose , con mercados, muchas casas y muchos habitantes. Después de cierto tiempo, Awoléjé resolvió volver y visitar  a su amigo. En ese tiempo, Ogiyán se tornó muy importante a l punto de merecer el título de kábíyèsí, una alta distinción real. Como desconocía la actual posición de Ogiyán, pidió a los guardias del palacio noticias de su amigo, lo que fue tomado como un insulto. Fue agredido y preso. Utilizando sus poderes, se vengó provocando una calamidad en el reino. Ogiyán hizo una pesquisa sobre lo que estaba pasando con su reino y descubrió la razón. Ordenó la inmediata libertad de su amigo, pidiendo disculpas. Awoléjé concordó, sin embargo exigió que todos los años, en la fiesta de Ogiyán, los habitantes de Ejígbò deberían luchar entre sí con golpes de varas, durante algunas horas. Ese hecho quedó registrado en la fiesta del Pilao de Osàgiyán, cuando se realiza la ceremonia de Atòrì.

Observando muchos de los detalles de los mitos e historias de los pueblos, iremos comprendiendo muchos significados de los rituales practicados en el Candomblé. Este es uno de ellos.

En Brasil Osàgiyán también es conocido como Ajàgúnà(n) o Elémòsó Osàlúfón y Osagiyán son vistos como padre, hijo o hermano, uno de otro. Esta cuestión implica más el concepto de importancia que de la edad. Por otro lado, como dice Lydia Cabrera, el orixá es uno solo, el cual llega por 7, 8,10 o más  caminos.