Patakí de Aggayú Solá
Aggayú Solá era un gigante poderoso y temido: el dueño del río que se precipitaba desde lo alto. Acostumbraba ayudar a cruzar la corriente, pero siempre exigía que le pagaran.

En cierta ocasión, le hizo el favor a Yemayá (otros informantes dicen que a Ochún), quien no tenía con qué pagarle y tuvo que acostarse con él para contentarlo. De esta unión nació Changó, aunque Aggayú no supo nada. El gigante era tan temido que dejaba la puerta de su casa abierta de par en par; aunque la tenía abarrotada de viandas y frutas, nadie se hubiera atrevido a entrar. Un día, sin embargo, Changó, que es muy fresco, se metió en la casa, se lo comió todo y hasta se acostó a dormir en su propia estera. Cuando Aggayú volvio del campo y vio el espectáculo, sin pensarlo dos veces agarró a Changó y lo tiró dentro de una hoguera que, por supuesto, no ardió. Entonces lo cargó y lo llevó a la orilla del mar para ahogarlo, pero Yemayá apareció y, muy solemne, le hizo saber que era su propio hijo.

No por eso se acabaron los problemas. En cierta ocasión Changó pasó por Orunzale y vio que la gente del pueblo andaba como los zombies. Changó se empeñó en saber quién era el rey del pueblo; tras muchos esfuerzos, descubrió que era Aggayú y fue a verlo. "¿Para qué tú quieres saber quién es el rey?", dijo Aggayú encolerizado. Y Changó le contestó: "Papá, es que este pueblo no puede tener a la cabeza un rey tan fuerte. Todos andan muy mal, no oyen, no contestan, no hablan. No quiero que sigan sufriendo". Fue así cómo se pusieron de acuerdo y, desde entonces, Changó va "a la cabeza de los hombres en lugar de Aggayú, que va a los hombros". Es por eso que los hijos de Aggayú tienen esa perfecta comunión con Changó y dicen: "Changó con oro para Aggayú".